Colaboración con la Web de Jorcas
San Pedro Mártir en Jorcas
Es motivo de congratulación la iniciativa
tomada por la Comisión de Festejos , atendiendo el sentir
manifestado por algunas personas, en orden a restaurar con el máximo
esplendor posible la fiesta de nuestro Santo Patrón San Pedro
Mártir.
Los que rebasamos la edad de los 50 años recordamos con nostalgia
las fiestas vividas en nuestra niñez y aun en nuestra juventud
que nos remonta a etapas dichosas en las que, no contaminados por
los avatares de la vida actual, disfrutábamos de las mismas
como un acontecimiento importante que rompía la monotonía
de la plácida vida en el pueblo.
Las fiestas realmente se iniciaban el día
28 de Abril o "día de Concejo" en el que niños
y mayores participábamos con nuestro esfuerzo en el adecentamiento
del pueblo, despedregando y limpiando las calles y efectuando pequeñas
obras de reparación que nos ocupaban la mitad de dicho día.
La participación era masiva, tanto por un espíritu
de colaboración en comunidad como por ser el preludio de
la reunión que por la tarde-noche se hacía en el salón
del Ayuntamiento y en la que se obsequiaba con cacahuetes y vino
a los asistentes.
En tal reunión, cuando el ambiente
y los ánimos se caldeaban, surgían los desafíos
entre casados y mozos que se dirimían con juegos de morra
en los que, cualquiera que fuese el resultado final, imperaba una
grata camaradería. No era de extrañar que alguna persona,
aprovechando que el ágape era gratuito se extralimitase,
siendo necesario trasladarlo a su casa a hombros.
El volteo general de campanas que se llevaba
a cabo al anochecer impregnaba el ambiente de una sensación
de gozo general compartido por todo el pueblo, ante la inminencia
de la fiesta.
Al día siguiente o "día
de San Pedro Mártir" nuevamente las campanas llamaban
a la celebración de la misa a la que asistían los
jorquinos revestidos de sus mejores galas: Recuerdo de manera especial
el sermón que el sacerdote desde el púlpito nos dirigía
y en el que de modo invariable contaba la vida del Santo sobrecogiendo
a los asistentes, especialmente a los niños, más con
sus voces y ademanes que con los tormentos y el martirio de San
Pedro; a continuación de la misa venía la procesión
en la que se sacaba en hombros las imágenes del Santo y alguna
otra y en la que mozos y mozas competían por llevar los estandartes
y peanas.
La reunión que en corrillos se celebraba
a la salida de la iglesia era el punto de partida para posteriormente
trasladarse al bar a tomar el chato de vino y a hacer la partida
de Guiñote, juego tradicional en aquellos lares.
Por la tarde y noche una "banda"
de música amenizaba el baile en el que participaban no sólamente
los lugareños sino también gran cantidad de mozos
y mozas que se desplazaban de los pueblos vecinos y en los que surgía
algún noviazgo provisional o definitivo, según casos.
El día 30 o "día de San
Román" continuaba la fiesta en parecidos o iguales términos
que el día anterior.
El día siguiente o "día
de la Abuela" era un día más informal, cuando
la juventud organizaba un recorrido por las calles del pueblo en
el que dos mozos disfrazados de abuelo y abuela y subidos en un
carro tirado por una caballería, deleitaban con sus gracias
no exentas de picardía al pueblo que en masa acudía
a la representación. La finalidad de este recorrido no era
meramente de diversión sino que se aprovechaba para recoger
a domicilio tortas dulces y pastas que, posteriormente en el baile
de la tarde, eran consumidas con gran jolgorio por los asistentes.
En el baile de ese día solía
quedar algún forastero rezagado al que le habían sabido
las fiestas a poco o bien tenía algún interés
especial representado normalmente por alguna moza con la que había
conseguido algún tipo de acercamiento o intimidad en las
fiestas precedentes.
Los mozos del lugar, un poco como símbolo
de cierre de fiestas y un mucho por mofarse con la socarronería
innata en los pueblos de Aragón, le colgaban una "llave"
a la espalda que consistía en un gran palo que debía
manejar con sumo cuidado, especialmente en los valses, a fin de
evitar que al dar la vuelta molestase al resto de los bailarines.
Hoy, los tiempos han cambiado, y ni las personas
ni las costumbres pueden ser las mismas, pero es bueno que nuestros
hijos conozcan, sientan y conserven nuestras fiestas y tradiciones
y que nuestro pueblo sirva como nexo de unión y punto de
encuentro para pasar y disfrutar unos días de grata convivencia.
V.1/98, G.G.A.
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