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Última actualización: 2005-12-28
 

 

Colaboración con la Web de Jorcas

San Pedro Mártir en Jorcas

Es motivo de congratulación la iniciativa tomada por la Comisión de Festejos , atendiendo el sentir manifestado por algunas personas, en orden a restaurar con el máximo esplendor posible la fiesta de nuestro Santo Patrón San Pedro Mártir.
Los que rebasamos la edad de los 50 años recordamos con nostalgia las fiestas vividas en nuestra niñez y aun en nuestra juventud que nos remonta a etapas dichosas en las que, no contaminados por los avatares de la vida actual, disfrutábamos de las mismas como un acontecimiento importante que rompía la monotonía de la plácida vida en el pueblo.

Las fiestas realmente se iniciaban el día 28 de Abril o "día de Concejo" en el que niños y mayores participábamos con nuestro esfuerzo en el adecentamiento del pueblo, despedregando y limpiando las calles y efectuando pequeñas obras de reparación que nos ocupaban la mitad de dicho día. La participación era masiva, tanto por un espíritu de colaboración en comunidad como por ser el preludio de la reunión que por la tarde-noche se hacía en el salón del Ayuntamiento y en la que se obsequiaba con cacahuetes y vino a los asistentes.

En tal reunión, cuando el ambiente y los ánimos se caldeaban, surgían los desafíos entre casados y mozos que se dirimían con juegos de morra en los que, cualquiera que fuese el resultado final, imperaba una grata camaradería. No era de extrañar que alguna persona, aprovechando que el ágape era gratuito se extralimitase, siendo necesario trasladarlo a su casa a hombros.

El volteo general de campanas que se llevaba a cabo al anochecer impregnaba el ambiente de una sensación de gozo general compartido por todo el pueblo, ante la inminencia de la fiesta.

Al día siguiente o "día de San Pedro Mártir" nuevamente las campanas llamaban a la celebración de la misa a la que asistían los jorquinos revestidos de sus mejores galas: Recuerdo de manera especial el sermón que el sacerdote desde el púlpito nos dirigía y en el que de modo invariable contaba la vida del Santo sobrecogiendo a los asistentes, especialmente a los niños, más con sus voces y ademanes que con los tormentos y el martirio de San Pedro; a continuación de la misa venía la procesión en la que se sacaba en hombros las imágenes del Santo y alguna otra y en la que mozos y mozas competían por llevar los estandartes y peanas.

La reunión que en corrillos se celebraba a la salida de la iglesia era el punto de partida para posteriormente trasladarse al bar a tomar el chato de vino y a hacer la partida de Guiñote, juego tradicional en aquellos lares.

Por la tarde y noche una "banda" de música amenizaba el baile en el que participaban no sólamente los lugareños sino también gran cantidad de mozos y mozas que se desplazaban de los pueblos vecinos y en los que surgía algún noviazgo provisional o definitivo, según casos.

El día 30 o "día de San Román" continuaba la fiesta en parecidos o iguales términos que el día anterior.

El día siguiente o "día de la Abuela" era un día más informal, cuando la juventud organizaba un recorrido por las calles del pueblo en el que dos mozos disfrazados de abuelo y abuela y subidos en un carro tirado por una caballería, deleitaban con sus gracias no exentas de picardía al pueblo que en masa acudía a la representación. La finalidad de este recorrido no era meramente de diversión sino que se aprovechaba para recoger a domicilio tortas dulces y pastas que, posteriormente en el baile de la tarde, eran consumidas con gran jolgorio por los asistentes.

En el baile de ese día solía quedar algún forastero rezagado al que le habían sabido las fiestas a poco o bien tenía algún interés especial representado normalmente por alguna moza con la que había conseguido algún tipo de acercamiento o intimidad en las fiestas precedentes.

Los mozos del lugar, un poco como símbolo de cierre de fiestas y un mucho por mofarse con la socarronería innata en los pueblos de Aragón, le colgaban una "llave" a la espalda que consistía en un gran palo que debía manejar con sumo cuidado, especialmente en los valses, a fin de evitar que al dar la vuelta molestase al resto de los bailarines.

Hoy, los tiempos han cambiado, y ni las personas ni las costumbres pueden ser las mismas, pero es bueno que nuestros hijos conozcan, sientan y conserven nuestras fiestas y tradiciones y que nuestro pueblo sirva como nexo de unión y punto de encuentro para pasar y disfrutar unos días de grata convivencia.

 

V.1/98, G.G.A.

 

 
Comisión de Fiestas de Jorcas

 

 
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